TEXTO 1
Nos puede parecer extraño, pero la cifra
de personas que tratan de entrar en España por nuestra frontera sur no ha
disminuido. Por grave que sea la crisis en la que estamos inmersos, hay zonas
de este mundo en que la miseria sigue anidando como mal endémico, y muchos de
los que allí viven siguen tratando de entrar en Europa huyendo de ella. Cada
cierto tiempo nos sacuden como un latigazo las imágenes del "un nuevo
salto" en la valla de Melilla o la de una patera que llega nuevamente a nuestras
costas. La respuesta política, sin embargo, es la de hacer vallas más altas y
muros más densos, aún sabiendo que eso no va a parar el flujo de personas que
tratan de entrar en Europa. Mientras tanto se sigue sin abordar la erradicación
global de la pobreza, y en España los presupuestos de ayuda al
desarrollo se desmoronan, cuando no se eliminan directamente.
Miles de personas siguen cruzando África
de sur a norte para tratar de entrar por tierra o por mar en Europa, y muchos
lo hacen a través de Melilla. En el cercano monte Gurugú -cuyo nombre nos suena
a historias ya viejas de guerras en el norte de África- los subsaharianos tratan de montar sus campamentos, a la
espera de encontrar la oportunidad para saltar la valla. Allí viven en unas
condiciones miserables en la pesadilla de la presión constante, continuada,
pero les sostiene la voluntad de llegar a Europa y de labrarse un nuevo
destino.
La presión migratoria en la frontera
africana no se ha reducido desde la crisis. Autoorganizados en el Gurugú,
cuando consideran que ha llegado el momento, dejan su refugio en el monte y se
acercan hacia la valla. Al amparo de la noche y por sorpresa, hacen un asalto
masivo a la valla, y algunos la consiguen superar y entran en España. A partir
de ahí comienza un nuevo calvario, que suele acabar en la decepción y el
hastío, y en muchos casos la vuelta a casa con las manos vacías.
En el camino quedan vidas, heridas,
sufrimiento y dolor. Mientras tanto Europa mira para otro lado. En vez de velar
porque de verdad se respeten los derechos humanos de las personas que tratan de
entrar, parece que las instituciones europeas se limitan a jugar un papel de
invitados de piedra. La solución no es fácil, pero tiene más que ver con el
impulso a políticas reales de lucha contra la pobreza y desarrollo en los
países de origen de los migrantes, que con mayores presupuestos en seguridad.
En esto, como en otras cosas, estamos yendo en la dirección contraria. Pero el
refranero lo explica muy bien: no se pueden poner vallas al campo.
Juan López de Uralde: Saltar la valla
TEXTO 2
Ya sé que a
muchos les molestará este artículo. Cada vez cunde más la idea de que la
cultura debe ser gratuita y que, por lo tanto, uno debería poder descargarse en
su ordenador y disfrutar cuanto quiera de músicas, pelis o fotos (y esperemos a
ver qué ocurre con los libros electrónicos). Estoy de acuerdo. Pero voy mucho
más allá: reivindico, antes de nada, que sean gratuitos los alimentos, la
vivienda, la ropa y los transportes, por ejemplo. O ya, puestos a pedir, todo.
Todos los productos que se fabrican en el mundo a disposición gratis de toda la
humanidad. Sería perfecto.
Pero la realidad
no es así. Unos producen las cosas que los demás necesitan o desean, y quienes
las consumen pagan por ellas. A nadie se le ocurre que un cocinero deba ofrecer
gratis sus platos, o que un zapatero regale sus zapatos. Si alguien coge
productos de un supermercado sin pagarlos o se niega a abonar las facturas de
su casa, sabemos que está obrando mal y que será castigado en la medida que sea,
porque ha incumplido las normas consensuadas por la sociedad.
Los “productos”
culturales son, en términos económicos, iguales a cualquier otro. Y los
creadores, por mucho que amemos nuestro arte, tenemos como los demás la mala
costumbre de comer, vivir bajo techo y vestirnos. Y todo eso lo hacemos con el
dinero que recibimos a cambio de que otros disfruten de nuestras obras. O sea,
con los derechos de autor. No, la cultura no puede ser gratis (¿o la
estatalizamos?). Y las descargas ilegales hay que perseguirlas. No sé cómo,
pero debemos hacerlo si no queremos que desaparezcan todas esas músicas, pelis
o libros que tanto ansiamos.
Ángeles Caso: ¿Cultura gratis?
TEXTO
3
Asociaciones de
pacientes y de médicos coinciden en que la reducción de los presupuestos sanitarios
y los recortes que se han visto obligados a aplicar los hospitales están
provocando restricciones en la administración de determinadas medicinas de
elevado coste, como algunos fármacos oncológicos paliativos, el nuevo
tratamiento contra la hepatitis C o los nuevos anticoagulantes orales. Las
asociaciones de pacientes denuncian también retrasos en la incorporación de
novedades terapéuticas costosas. Ciertamente, en el contexto de crisis
económica que vivimos, la incorporación de nuevos medicamentos supone un gran
reto para el sistema sanitario público; pero la gestión de esta dificultad no
debería dar lugar en ningún caso a restricciones arbitrarias, por motivos
económicos, de medicamentos que han demostrado eficacia, ni provocar
situaciones de agravio comparativo insoportables.
El de la
hepatitis C es un ejemplo paradigmático. La infección por este virus causa
daños en el hígado que pueden dar lugar a cirrosis y cáncer. El nuevo
tratamiento para esta infección dura entre seis meses y un año y cuesta 30.000
euros, pero eleva la tasa de curaciones del 45% al 75% de los pacientes
tratados. En España se estima que hay 900.000 infectados por el virus y que son
susceptibles de ser tratados. Cuanto más temprano sea el tratamiento, mejor.
Los especialistas recomiendan tratar a partir del grado 2 de fibrosis, pero la
mayoría de hospitales no lo autorizan hasta fases avanzadas de daño hepático.
El resultado es una intolerable desigualdad entre pacientes de comunidades
autónomas vecinas e incluso entre pacientes de dos hospitales de una misma
ciudad. Estas desigualdades son injustas y afectan a uno de los núcleos
centrales del sistema sanitario público: la equidad.
Se echa de menos
una mayor agilidad en la aprobación de las novedades terapéuticas. Las
autoridades sanitarias deberían hacer un riguroso examen de los nuevos fármacos
y aprobar solo aquellos que aporten ventajas sustanciales; pero una vez
aprobados, cualquier demora en su administración es una irresponsabilidad.
También deberían articular un procedimiento ágil de decisión que permita
aplicar criterios razonables y compartidos de dispensación de los tratamientos
y se eviten desigualdades territoriales. La grandeza de un sistema sanitario
público y universal es que no establece barreras de acceso y trata a todos los
ciudadanos por igual.
Editorial El País:
Intolerable desigualdad
TEXTO 4
Después del
rotundo éxito del carné por puntos en bajar el número de accidentes y muertos
en las carreteras, la Dirección General de Tráfico acaba de dar dos pasos en
sentidos divergentes. Nada que oponer al endurecimiento de las sanciones a
quienes conduzcan bajo los efectos de drogas o alcohol; ni tampoco a la
pretensión de sancionar a los peatones infractores. La cuestión de subir (en el
nuevo Reglamento General de Circulación) la velocidad máxima hasta los 130 kilómetros por hora en las vías adecuadas y en
las condiciones idóneas merece otro tipo de consideraciones.
La primera y
obvia es que una elevación de solo 10
kilómetros por hora no justifica
las alharacas ni la presunción de que cambia o mejora la política de tráfico ni
justifica la acusación de permisividad. No satisfará probablemente a los
partidarios de aumentar la velocidad máxima ni contentará a quienes identifican
seguridad con velocidades bajas.
Porque la política
contra la siniestralidad vial que con tanto éxito aplicó la Administración
anterior se basa en cargar la culpa de los accidentes y de las muertes a los
conductores por el método de imponer drásticamente el límite de velocidad. Pero
esta política tiene sus limitaciones. No es posible reducir más los accidentes
bajando continuamente el límite de velocidad, porque el coche se convertiría en
un artefacto desechable. Lo oportuno ahora es ampliar las políticas de
circulación. Para ello hay que suponer que la seguridad vial no es función
simple de la velocidad, sino de una más compleja en la que intervienen también
la calidad del vehículo, el estado de carreteras y autopistas (deficiente en
muchos tramos de la red española) y la habilidad del conductor.
Desactivadas (en
general) las ansias de velocidad de los automovilistas, ha llegado la hora de
exigir al Estado central y a las comunidades autónomas vías con firmes
aceptables; reclamar una vigilancia estricta del parque automovilístico (que no
ha sido capaz de desarrollar el sistema actual u oligopolio de ITV) y exigir a
las academias de conducir que adiestren a sus alumnos en situaciones de riesgo.
Conducir no consiste solamente en aparcar y maniobrar en las rotondas.
Soledad Calés: Algo más que
velocidad
TEXTO 5
"Cada tarde
tenemos que hacer dos horas de deberes, además de estudiar y repasar”. Esta es
una de las frases más típicas en una entrevista de padres con hijos a la etapa
de educación primaria y secundaria.
A veces nos
tendríamos que plantear si, en una sociedad alfabetizada, todos sabemos sumar,
restar, multiplicar, dividir, leer y escribir… además de hacer raíces cuadradas
que nunca utilizamos en la edad adulta, además de aprender el nombre de países
en los que nunca estaremos ya que no tendremos tiempo de viajar o de saber cómo
se pronuncia una palabra en cuatro dialectos diferentes de la lengua catalana…
porque no todos sabemos respetar al otro, amar, dar sin esperar nada a cambio,
compartir, superar los obstáculos con resiliencia. Estos tendrían que ser los
deberes que llegasen diariamente a casa y que tendrían que ser trabajados por
los padres. Estos aprendizajes de vida son más necesarios que hacer deberes
diarios y nos servirían para construir una sociedad más feliz y donde nos
valoráramos por lo que somos y en la que seríamos capaces de pensar en el otro
más que en nosotros mismos.
Los deberes a
nivel académico es evidente que no pueden desaparecer, pero el planteamiento
tendría que ser muy diferente, ya que tal como afirman los propios alumnos
cuando llegan a la adolescencia, los hacen rápido, mal y no les sirven ni para
aprender ni para reforzar los contenidos, uno de los objetivos principales de
esta tarea.
Los niños y
adolescentes tienen que jugar, hacer deporte, relacionarse, divertirse y hacer
actividades extraescolares, si se puede, escogidas por ellos mismos, que les
realicen y les hagan desarrollarse en ámbitos que potencien áreas de su
personalidad, como su creatividad, su autonomía y su seguridad personal, ya que
serán estas áreas las que les ayudarán en su trayectoria adulta a destacar, a
ser responsables y a responder de una manera alternativa a los problemas que
les presenta la vida, junto con su trayectoria académica, la cual es importante,
pero que es obvio que puede forjarse con las 30 horas semanales realizadas en
la escuela más la hora de deberes diaria.
Es sabido que
quien triunfa en la vida no es quien ha sacado resultados académicos más
brillantes, sino quien se ha desarrollado emocionalmente de manera inteligente,
ha creído que podía llegar lejos y ha luchado por conseguirlo; bajo mi punto de
vista, deberes sí, pero con mesura y con acompañamiento tanto de la familia
como de la escuela, y teniendo en cuenta el desarrollo de todas las áreas de la
inteligencia.
Lidia López: Deberes sí, pero con
mesura
TEXTO 6
Para una parte importante de
la población internet se ha
convertido en algo imprescindible. Somos relativamente numerosos quienes lo
utilizamos para consultar nuestro correo electrónico, leer el periódico,
planificar nuestras vacaciones o conectarnos a una red social. El uso de
internet, sobre todo a través de los dispositivos móviles, es mucho más
intensivo entre los jóvenes y adolescentes, para quienes es un elemento fundamental
de su vida cotidiana, ya que lo utilizan para todo tipo de actividades: jugar,
escuchar música, hacer sus tareas escolares y, sobre todo, comunicarse.
No podemos
obviar que el uso de internet está cambiando nuestra privacidad. Tradicionalmente se
ha definido como privacidad el ámbito de la vida personal de un individuo que
se desarrolla en un espacio reservado –generalmente el doméstico– y cuyo
contenido habitualmente se ha mantenido de forma confidencial. Como bien
sintetiza el viejo dicho, la ropa sucia se lava en casa.
Durante el siglo
XX, con la incorporación de los medios de comunicación la privacidad se vio
transformada. Por una parte, la radio y la televisión contribuyeron a
informarnos de lo que ocurría en el exterior. Por otra parte, el uso de estos
medios contribuyó a uniformizar los hábitos domésticos. De esta manera, los
hábitos y las celebraciones familiares se uniformizaron como consecuencia del
protagonismo de la televisión. En ocasiones especiales, es frecuente que, en
lugar de charlar, acabemos viendo el anuncio más caro del año y los
correspondientes programas de humor.
En el siglo XXI,
con la difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación, los hogares,
además de receptores, se han convertido en emisores. Así, a través de internet
o de las redes sociales tenemos la posibilidad de transmitir información al
exterior.
Algunos de
nosotros, fundamentalmente los más jóvenes, muestran una tendencia manifiesta a
comunicar sus inquietudes, estados de ánimo y actividades de tiempo libre
–ilustrándolas con abundantes fotografías– a sus amigos en las redes sociales
(entorno a los 200).
En España no es
nueva la afición al cotilleo y no es casual que una de las cosas que hemos
exportado al Reino Unido sea una revista rosa. Además, hace ya más de una
década que los programas de televisión orientados a desnudar los cuerpos y,
sobre todo, las almas de sus protagonistas gozan de una posición privilegiada
en los índices de audiencias. También son numerosos los famosos –cantantes,
actores, futbolistas u otros de dudosos méritos– que practican la extimidad: un
concepto creado por el psicoanalista Lacan que ahora se reinterpreta como lo
contrario de la intimidad. Es decir, que lo que antes quedaba reducido a un
círculo de amigos es ahora público a través de las redes sociales.
Todo ello ha
contribuido a crear un impulso exhibicionista en un sector del público para el
que “saber mostrarse” en internet es un valor indiscutible, tal como argumenta
Paula Sibilia (La intimidad como espectáculo, FCE).
Esta tendencia
se da de forma más acusada entre los menores y jóvenes que, generalmente, no
son conscientes de las consecuencias negativas que para ellos puede tener
mostrar su intimidad. Para la mayoría, captar una foto y enviarla es cuestión
de segundos es un impulso inconsciente y la foto enviada es ya irrecuperable.
No perciben que los “amigos de amigos” que incluyen entre los numerosos
contactos de su perfil no son necesariamente sus amigos. Además, las relaciones
humanas son cambiantes. De ahí los casos de novios despechados que difunden
fotos íntimas de su expareja.
Padres y madres
les hemos enseñado que no deben hablar con desconocidos en la calle. Sin
embargo, cuelgan sus comentarios y fotos íntimas en un muro al que acceden
cientos de personas sin reparar en sus consecuencias.
Para los adultos
tampoco es fácil proteger nuestra privacidad en internet. No es casual que al
leer la prensa on line nos aparezca publicidad relativa a determinado destino
vacacional por el que nos hemos interesado on line recientemente. No somos
conscientes de la información que generamos al hacer una búsqueda en Google. Al
realizar una búsqueda o clicar “me gusta” en Facebook generamos una valiosa
información para los proveedores o las grandes corporaciones que tratan de
vendernos sus servicios. Esta información ha dado origen a la ciencia social
computacional que se dedica a extraer información personal de las redes
sociales con el fin de orientar el marketing dirigido.
El paso
fundamental para una mejor gestión de nuestra privacidad es que seamos
conscientes de su valor y actuemos en consecuencia concienciando a nuestros
hijos y cuidando nuestros hábitos digitales.
Maialen Garmendia: Internet
impulsa el exhibicionismo
TEXTO 7
Sobre el mapa de España yacieron el año
pasado los cadáveres de 55 mujeres asesinadas por los hombres que un día les
prometieron el paraíso (y uno más ya en el año nuevo). Podría poblarse una
ciudad de tamaño medio con el casi medio millón que cada día son torturadas por
el terrorismo machista. Y, sin embargo, oigo incesantemente críticas contra la
Ley Integral de Violencia de Género.
Oigo asegurar una y otra vez que la ley
ha hecho que proliferen las denuncias falsas por parte de mujeres que tratan de
lograr beneficios en sus procesos de divorcio. Y eso a pesar de que todos
sabemos que los jueces no aceptan a trámite ninguna denuncia si no hay indicios
firmes de que está justificada. A pesar de que el Observatorio para la
Violencia de Género del Consejo Superior del Poder Judicial no se cansa de
proclamar que en este asunto no se produce más falsedad que en los demás
delitos. Y a pesar de que somos conscientes de que la aplicación de cualquier
ley puede provocar víctimas.
El hecho de que personas inocentes hayan
cumplido condenas por error o soportado años de prisión preventiva no invalida
a los ojos de la sociedad ninguna norma. No oigo a nadie discutiendo
habitualmente sobre el Código Penal o sobre la Ley Antiterrorista. En cambio,
las proclamas contra la legislación que protege a las mujeres maltratadas son
incesantes. No puedo evitar preguntarme a qué responde de verdad ese debate. Y
afirmar en voz muy alta que, aunque creo que todo marco jurídico es susceptible
de mejoras, nadie debería discutir ese en concreto mientras haya tanto
sufrimiento y miedo esparcido por cada rincón de nuestro país.
Ángeles Caso: 55 cadáveres
TEXTO 8
El 75% de la población de nuestro
país muere a causa de una o varias enfermedades crónicas progresivas, y
alrededor de 100.000 personas las padecen de manera simultánea. Sus causas más
frecuentes son la combinación de condiciones como la fragilidad avanzada y
varias enfermedades crónicas, el cáncer, las neurológicas progresivas
(fundamentalmente, demencias), y las llamadas insuficiencias orgánicas
(cardiaca, respiratoria, renal...). Cursan con deterioro progresivo, síntomas
múltiples, frecuentes crisis de necesidades de todo tipo (físicas, emocionales,
sociales…), y algunas de las que definimos como esenciales (espiritualidad,
dignidad, autonomía, afecto, esperanza…) y que generan impacto emocional y
sufrimiento, y una alta necesidad y demanda de atención, con uso frecuente de
recursos sanitarios.
El
final de la vida es una experiencia personal siempre difícil, y requiere una
atención orientada a favorecer la adaptación emocional al proceso de pérdidas,
apoyar a la familia, y crear unas condiciones de soporte y organización que
respondan a las necesidades y demandas de pacientes y familias. Entre los
instrumentos de la atención paliativa, el control efectivo de síntomas como el
dolor es un paradigma de la buena atención, y disponemos de metodología muy
eficaz para controlarlo en la mayoría de casos. El apoyo a la familia incluye
la promoción de la capacidad cuidadora, la adaptación a la pérdida y la
prevención del duelo complicado. También hemos ido avanzando en la resolución
de la mayoría de dilemas éticos del final de la vida, aplicando principios de
buena praxis y sentido común. En nuestro país hay experiencias sólidas
consolidadas de excelencia de la atención paliativa, de las que Catalunya es un
referente mundial.
Los
principios de una atención paliativa forman –y deben formar– parte de la
esencia de la medicina, asociando una competencia profesional sólida a valores
como los de la compasión y el compromiso con los pacientes y sus familias, la
comunicación efectiva, la capacidad de trabajar en equipos multidisciplinares,
y una organización orientada a los objetivos de los pacientes y familias. Con
una buena combinación de todos ellos, se puede alcanzar una atención de
excelencia y de ética de máximos, que alivie el sufrimiento, que permita que el
siempre complejo proceso de morir se viva dignamente, de acuerdo con los
valores y preferencias de cada uno. La práctica de la atención paliativa da
sentido profundo a la medicina, combinando los avances en tecnología con los
mejores valores de nuestra tradición humanista.
Atención paliativa. Xavier Gómez. La Vanguardia, 27-X-13
TEXTO
9
La progresiva pérdida
de credibilidad política que afecta con carácter general a la mayoría de los
regímenes liberal-democráticos y, de manera específica y severa a España y
Catalunya, es una manifestación de la degradación de la mayoría de los países
que podríamos llamar democráticos con todos los reparos y salvaguardias
posibles. Son países con sistemas constitucionales refrendados por sus pueblos,
que aseguran la división de poderes, derechos y libertades básicas, elecciones
periódicas, transparentes, con voto universal y secreto y un sistema plural de
partidos políticos.
La degradación
democrática, que está poniendo en peligro la misma, es consecuencia de
diferentes factores: el secuestro de la política por parte de las grandes
corporaciones económicas y financieras; por el papel de los medios de
comunicación que están pasando de su función de controladores a actores; por la
misma globalización económica y política internacional que rompe los ámbitos
tradicionales donde la democracia se había desplegado; y, sin duda, también por
la pérdida de credibilidad de los políticos.
¿Cuándo se produce la
pérdida de credibilidad? Citaré cinco motivos. En primer lugar, cuando las
promesas electorales se incumplen sistemáticamente. También cuando se instala
una corrupción generalizada. Una democracia pierde su credibilidad cuando caen
los mecanismos para evitarla. Cuando la mentira y la demagogia forman parte del
relato de los políticos. Mentir de manera sistemática, desvergonzada, en contra
de toda lógica, afecta al núcleo del propio ethos de la democracia. La
confianza también se pierde en el momento que la impunidad afecta de manera
especial a políticos y élites económicas. Impunidad y corrupción sólo es
posible cuando el poder judicial es un aliado más en la degradación
democrática. Y finalmente, cuando la formación y selección de las élites
políticas es muy deficiente y las motivaciones ya no son morales. La inutilidad
y la estupidez de determinadas élites políticas es otra manera de corrupción.
¿Qué se puede hacer,
entonces? Se pueden plantear tres fórmulas: alentar reformas posibles para una
mayor independencia, equilibrio y vigilancia entre los tres poderes; favorecer
una regeneración democrática asentada en una cultura política de diálogo,
cooperación y de gestión de los recursos escasos de nuestra sociedad, y
entender la acción política como algo más que la lucha por el poder, ya que en
primer lugar, es un servicio para la comunidad.
Degradación democrática. Josep María Carbonell. La Vanguardia,
15/XII/2013
TEXTO 10
Nos guste o no, la
crisis económica y el desempleo continuado de uno o ambos cónyuges está
produciendo la ruina económica de muchas familias. Esto ha hecho que aumente la
proporción de matrimonios que se disuelven.
Si los recursos
económicos han disminuido, ¿por qué no se llega a una separación consensuada?
¿Por qué aumenta el número de divorcios si el dinero escasea? La explicación
está en la mala regulación de las emociones que se generan. Veamos qué ocurre:
para la persona que no tiene trabajo y que no dispone de una renta, desanimarse
es muy fácil: la autoestima disminuye y la apatía va creciendo.
En este contexto, el
diálogo se torna conflictivo, el menosprecio y la crítica hacen acto de
presencia destruyendo la relación de pareja. Cuando esta inundación emocional
se ha iniciado sólo se piensa en términos de ataque y defensa. Se responde con
maldad porque la capacidad de pensar de manera racional está desconectada y
cualquier solución consensuada es imposible.
A grandes rasgos, la
reacción familiar ante la situación de crisis puede adoptar tres formas
diferentes.
1) Aparición de
patología mental como la depresión y la ansiedad: la persona afectada se limita
a derrumbarse, a vegetar. El cerebro racional queda asfixiado por la adrenalina
y no es capaz de planificar una respuesta coherente. No piensa. En este caso la
familia normalmente se rompe y la separación se hace inevitable.
2) Resignación y
cerrar los ojos al problema subyacente: en este caso la asfixia es emocional
porque el cerebro racional suprime las emociones negativas. Se puede continuar
con una vida familiar sin divorcio pero vacía y sin apenas significado.
3) Resiliencia: la
familia percibe la situación desesperada de falta de ingresos como un desafío
que hay que superar. Son familias con capacidad de resistir y rehacerse, que
ven la adversidad como un desafío. Se unen aún más y se ayudan. Están abiertas
a los cambios de la vida y, lo más importante, afrontan el problema buscando
soluciones.
El sufrimiento y el
miedo ante la crisis no aportan nada, son desmotivadores y obstaculizan el
proceso de encontrar la solución, llegando incluso a imposibilitarla. El amor
se desvanece y el divorcio es inevitable. El coraje clarifica las cosas y
moviliza a la acción. Aparece un sentimiento de esperanza y la familia está
motivada para iniciar, unida, un proceso de cambio.
Coraje ante la separación. Marianna Lozano. La Vanguardia, 22/XII/2013
TEXTO 11
“Es muy hogareño, doctor”, explican
complacidos los padres. “Los fines de semana no se va de copas con los amigos,
ni a hacer el gamberro por ahí, él prefiere quedarse en casa”, añaden
orgullosos. “¿Y qué hace en casa?”, pregunto extrañado. Y la respuesta siempre
es la misma: “Está a gusto en su habitación, con su televisor, su ordenador,
sus videojuegos…”. ¡Ah, mira que bien! Acuñé el término botellón electrónico en
el 2001, en plena epidemia de chavales pegados a las redes y a las maquinitas.
Lo comparé con el botellón alcohólico, porque por aquellos años también estaba
en auge la ingesta grupal y masiva de productos alcohólicos (y de otras
sustancias) para solaz del colectivo juvenil en los fines de semana.
Mi preocupación por el
desmesurado apego a las pantallas de los niños hogareños, no consumidores del
clásico botellón, surgió al observar que presentaban unas conductas que no eran
muy distintas a las manifestadas por los que le daban preferentemente a la
botella. Los enganchados a las pantallas exhibían síntomas de embriaguez
(embotamiento mental, amnesias, desorientación, etcétera), similares a los que
tenían sus congéneres por los excesos de calimocho y demás licores de garrafa.
El paradigma del consumidor compulsivo de botellón electrónico es la
hiperactividad cognitiva. Término bien acuñado por mi amigo y eficaz pedagogo
José Antonio Marina, para definir al usuario que vive colgado en las pantallas
(ocho horas de media al día) y que, como resultado del brutal bombardeo
audiovisual a que somete su mente, es incapaz, entre otras cosas, de leer un
párrafo de unas pocas líneas sin distraerse… ¿Tendrá un TDAH: trastorno por
déficit de atención con o sin hiperactividad?
El gran peligro del
botellón electrónico es que empieza sigilosamente. Él o ella va haciendo acopio
en su habitación de diversos aparatos: televisión, ordenador, tabletas,
videojuegos, móviles, etcétera, para su uso estrictamente personal. Cada vez
comparte menos tiempo con sus familiares y amigos de carne y hueso: prefiere el
mundo virtual de las pantallas, que le es más gratificante. La prevención de
estas situaciones empieza por fomentar la comunicación en la familia y
controlar que no haya pantallas fijas en la habitación del crío: ningún
televisor para uso personal, las maquinitas con tiempo de manejo dosificado y
el ordenador en un rincón de la sala de estar, bien a la vista de todos.