LA POESÍA ESPAÑOLA EN EL
SIGLO XVIII
El siglo XVIII es el de la Ilustración. Este
movimiento, nacido en Francia, tiene como fin primordial divulgar el saber,
fomentando el espíritu crítico y el culto a la razón. Los autores ilustrados
pretenden desterrar los prejuicios nacidos de la superstición y de la
ignorancia, potenciando el racionalismo como única forma de caminar hacia el
progreso.
Las características
principales de la literatura de este siglo son:
o
Utilitarismo: Predominio de la razón sobre el sentimiento
o la imaginación. Se abandona la idea del arte por el arte: la literatura debe
buscar la verdad y la utilidad, no la belleza.
o
Finalidad didáctica: se vuelve al principio clásico de
“enseñar deleitando”. La literatura debe educar y ayudar a dar formación al
pueblo.
o
Se
estudia a los clásicos para
determinar las reglas de los géneros literarios.
o
El
artista debe buscar la claridad, la sencillez y el buen gusto.
El racionalismo de los
ilustrados hace que la poesía no sea considerada un género importante; no es un
momento propicio para la expresión de sentimientos. La poesía es más
didáctica que lírica. De cualquier modo, el género estuvo presente a lo
largo de todo el siglo y podemos destacar las siguientes tendencias:
o
Poesía posbarroca.
Durante la primera mitad del siglo nos encontramos con una poesía que no
aporta innovaciones significativas; los autores continúan cultivando una poesía
similar a la del Barroco. Los modelos son, sobre todo, Góngora y Calderón,
tomando de ellos sólo los elementos más llamativos y superficiales, tales como
la metáfora y el hipérbaton. Varios poetas escogen las
Soledades de Góngora
como obra modelo para su continuación, en un periodo donde la imitación es
considerada un valor de calidad poética. También la idea de escribir una poesía
minoritaria, para cultos, procede de Góngora. Eugenio Gerardo Lobo y Diego
de Torres y Villarroel son los ejemplos más característicos de este tipo de
poesía.
La reacción
contra esta poesía constituyó el punto de partida de las formas neoclásicas. Algunos representantes del espíritu crítico del
siglo XVIII, como el preceptista Ignacio
de Luzán (1699-1781), censuraron las derivaciones posbarrocas, apoyándose,
entre otras cosas, en la crítica que los ilustrados europeos hacían de la
"oscuridad" de la poesía española y el abuso de las metáforas. Según la Poética de Luzán, la principal finalidad de la poesía es su utilidad. Hacia
1750 surge una nueva poesía que presentó varias tendencias:
o
Poesía rococó. Recibe este nombre por sus similitudes
con el estilo artístico correspondiente. Predominan el refinamiento, el valor
decorativo y la mayor simplicidad, con versos cortos y estrofas breves, la
frecuente presencia del diminutivo y de epítetos de colores suaves. Como temas
dominantes, además del de la naturaleza, los del amor y la belleza femenina,
pero en un marco de fiesta y rico vestuario, presidido todo por la galantería,
la coquetería y la frivolidad, con un fondo de paisajes delicados y
artificiosos. Se caracteriza por el uso de un léxico cortesano y refinado. Es
un arte juguetón y superficial.
o
Poesía neoclásica. Esta poesía se produce en la segunda
mitad del siglo, sobre todo en el reinado de Carlos III. Está basada en los
principios normativos y estéticos que rigen en la época y que están acuñados en
la Poética de Luzán: “La poesía es imitación de la
naturaleza con doble finalidad: utilidad
y deleite”. Está relacionada muy directamente con las circunstancias
sociales que la envuelven: conceptos filosóficos, ideas políticas, criterios
morales o la preocupación reformista.
Los modelos son los
poetas españoles del siglo XVI, los clásicos
grecolatinos y los escritores neoclásicos franceses e italianos. Además no
desprecian la tradición popular española.
Los temas de la poesía
ilustrada son: la alabanza de las bellas artes; las novedades científicas y
filosóficas; las ideas de reforma social; el elogio de la amistad; los ideales
de virtud y fraternidad (ansia de concordia universal, desprecio de la guerra,
odio a los tiranos y condena de la tortura, la exaltación de la paz y de la
tolerancia); el rechazo de la ociosidad, de la ignorancia y de la superstición;
la condena de los vicios; la fe en el progreso y en la perfección del ser
humano mediante la educación; etc.
Las
formas métricas utilizadas en el Neoclasicismo
fueron, en general, bastante sobrias, tanto en el tipo de estrofas como en el
de versos. Sólo en determinados casos se ensayó alguna nueva modalidad. El
verso culto sigue utilizándose con el endecasílabo, en estrofas de construcción
sencilla, tales como silvas, cuartetos, romances heroicos... Comienzan a
utilizarse algunas formas nuevas que proceden de la poesía francesa e italiana.
También se utilizó el romance de forma importante.
En este
apartado habría que incluir también el subgénero de la fábula, que encierra el ideal ilustrado del “enseñar deleitando”. A las ideas reformistas neoclásicas le venía muy bien
el carácter moralizante de este género, que era adecuado para expresar la
sátira y la crítica. Los animales eran los protagonistas y, a través de ellos,
se hacía la ejemplificación. Al final, era inexcusable expresar la moraleja.
Los autores más destacados son Félix
María Samaniego y Tomás de Iriarte.
o
Junto
a esta poesía abiertamente filosófica y utilitaria coexistirá, incluso en los
mismos autores, una vertiente más tierna y sensual, que se manifiesta en los
temas pastoriles, en una delicada visión de la naturaleza y el canto de los
placeres cotidianos. Así, es muy característica de la poesía neoclásica la anacreóntica, composición de metro
corto y estrofas breves, de tono festivo y alegre, que exalta el amor y los
goces sensuales.
Escuelas poéticas
neoclásicas del siglo XVIII
En España se suele hablar de las escuelas
poéticas neoclásicas según el ámbito geográfico de los autores que siguieron
esta corriente, como una continuación de las escuelas clásicas del Renacimiento
y Barroco. Así, existirían al menos tres grupos de poetas neoclásicos: el
salmantino, el madrileño y el sevillano:
o
Grupo salmantino. Está formado en torno a
figuras universitarias cuyo representante máximo es Juan Meléndez Valdés. También suelen adscribirse a esta
escuela José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos y Juan Pablo Forner.
Una
"segunda época" de la escuela salmantina estaría constituido por
poetas más jóvenes, de signo prerrománico; pertenecerían a ella Manuel J. Quintana, Juan Nicasio Gallego
y Nicasio Álvarez de Cienfuegos,
entre otros.
o
Grupo madrileño. El grupo madrileño fue el que intentó
llevar a la práctica con mayor rigidez las teorías del neoclasicismo. Hay que
situar en este grupo a los integrantes de la tertulia de la Fonda
de San Sebastián, personalizados en Nicolás
Fernández de Moratín, Ignacio López de Ayala y Tomás de Iriarte, y también, por otro lado, a Leandro Fernández de Moratín y
Juan Bautista Arriaza.
o
Grupo sevillano. Este grupo de poetas
andaluces asumió más tarde el nuevo movimiento, manteniendo la tradición de las
formas gongorinas más tiempo que en otras zonas. Ello se manifestó en una
lengua poética de mayor complicación; es propia de esta escuela la
reivindicación de Fernando de Herrera como modelo de poeta renacentista. El
grupo sevillano incluye a personajes como Alberto
Lista, José Marchena y José María
Blanco White.
Poesía prerromántica.
Encabezados por Cadalso y Jovellanos, diversos autores cultivan una poesía más
sentimentalista que anuncia la llegada del Romanticismo. Se aúnan en estos
poemas la reflexión moral, la fascinación por los cementerios, las ruinas, los
paisajes nocturnos, la melancolía y la soledad. El sentimentalismo es más
evidente en los textos de algunos poetas de fin de siglo, los cuales continúan
su labor hasta bien entrado el XIX. Los textos de estos autores, próximos a las
ideas de la
Revolución Francesa , tienen a veces un acentuado tono social.
Es el caso de Nicasio Álvarez Cienfuegos
y Manuel José Quintana. En sus
poemas, todavía dentro de la estética neoclásica, lo sentimental se plasma en
ciertos procedimientos retóricos que anticipan los usos retóricos del
Romanticismo: interrupción de los versos mediante puntos suspensivos, frases
entrecortadas, exclamaciones, repetición de palabras, recursos efectistas,
adjetivación que incide en lo pasional o en lo angustioso, etc.
Debe destacarse el
surgimiento en este fin de siglo de un grupo de poetas sevillanos que presentan
también ciertos aspectos que los aproximan al prerromanticismo y son de ideas
avanzadas, lo que hará que varios de ellos sufran prisión o hayan de marchar al
exilio durante el reinado absolutista de Fernando VII. Merecen citarse José María Blanco White y, sobre todo, Alberto Lista, maestro de poetas del
XIX como Espronceda y Bécquer.
EL SIGLO XIX: LA POESÍA ROMÁNTICA
La poesía romántica tiene sus raíces en la poesía ilustrada, en sus vertientes neoclásica y prerromántica.
Ilustrada es la formación de Ángel de Saavedra, duque de Rivas (1791-1865), que hasta 1834 no cultivó
la línea de sus romances,
en los que trató temas medievales y clásicos españoles. De su primera época
recordamos El faro de Malta (1828).
Antonio García Gutiérrez, (1813-1884), combinó su formación neoclásica con un
interés por el mundo hispanoárabe, que reflejó en sus poemas.
JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-1842) es el mejor poeta español de la primera
mitad del siglo XIX. Su tendencia
política fue republicana y democrática. Algunos contemporáneos lo llamaron
anarquista, con matiz despectivo.
Hacia 1834 escribe su Canto del Cruzado y
muestra el cambio hacia una lírica plenamente romántica y personal. A principios de 1835 aparece la poesía
española más popular de todos los tiempos: la Canción del pirata. Es un
canto a la libertad de un personaje antisocial, que propone un ideal de
estética y exotismo lleno de ritmo y música acentual.
A esta obra siguen El reo de muerte, El verdugo y El mendigo, poemas en los que Espronceda plantea abiertamente
los temas de justicia social y muestra su ideología democrática. Su dignidad
personal se afirma cuando manifiesta abierta y absolutamente su rechazo de la pena de muerte.
En 1838 publica su Canto del cosaco y
de 1840 data la segunda de sus obras maestras: A Jarifa en una orgía, en que se dirige a una prostituta para
compartir con ella el desengaño de un mundo que no ha sabido estar a la altura
de sus ideales.
En sus dos últimos años de vida aparecen las dos obras mayores de su producción
poética: El estudiante de Salamanca, un
poema narrativo en que cuenta la muerte de Félix de Montemar, una especie de Don Juan y modelo de
rebelde antisocial. Una exhibición de metros con diferente número de sílabas
marca los momentos álgidos.
El diablo mundo es
la obra que la muerte no permitió concluir a Espronceda. Tras una introducción
inspirada en Lord Byron, narra las peripecias de un
"Adán" que logra recuperar su juventud física eternamente sin que su
madurez "social" siga ese estadio.
Nos muestra las reacciones del buen
salvaje en una sociedad malvada, que le tratará con la brutalidad habitual. De
esta obra se ha destacado siempre su segunda parte: el Canto a Teresa en que el autor sublima sus sentimientos de
desengaño y tristeza ante la sociedad, el amor, la gloria y el mundo en que le
tocó vivir.
JOSÉ
ZORRILLA (1817-1893) es uno de los poetas más representativos
del siglo XIX y uno de los autores más
prolíficos de nuestra literatura. Se
dio a conocer tras la lectura de su elegía A la memoria desgraciada del joven literato
Don Mariano José de Larra, en el entierro de éste.
Su abundante producción incluye casi todos los géneros
poéticos: junto a la poesía lírica, destacan sus leyendas, más o menos tradicionales, A buen juez, mejor testigo, El capitán Montoya o Margarita la Tornera , de
carácter narrativo. Después de su
experiencia mexicana publica El drama del alma (1867), sobre los sucesos americanos y Álbum de un loco (1867),
con algún poema filosófico. En menor medida trató la poesía religiosa y la épica,
Aunque su ocupación principal estuvo en el teatro, Zorrilla es un poeta de
calidad considerable.
LA POESÍA EN
LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
A mediados del siglo XIX
decae el gusto por la narración histórico-legendaria ante el interés que
suscita la anécdota sentimental extraída de la vida cotidiana. La lírica de la
segunda mitad de la centuria continúa siendo romántica, aunque los poetas
escriben en una etapa literaria perteneciente al Realismo. En la segunda mitad
del siglo, hay teatro y sobre todo novela realista, pero no cabe aplicar el
mismo calificativo a la poesía del momento.
Un grupo de poetas siguen
dentro de la órbita romántica del periodo anterior, pero su poesía se somete a
un proceso de depuración de los
procedimientos románticos, evitando los gestos estridentes y la hojarasca
retórica y cultivando una poesía de hondura e intensidad lírica: Gustavo Adolfo
Bécquer y Rosalía de Castro.
Otro grupo de poetas se
deja influir por el ambiente de su tiempo, aunque sin romper totalmente con el
Romanticismo. En ellos perdura la nota sentimental, pero atenuada y reducida a
una blanda sensiblería burguesa sin la apasionada exaltación del romanticismo
de la época anterior. En cada uno de estos poetas se advierte un matiz nuevo:
un escepticismo irónico en Campoamor, una preocupación moral en Núñez de Arce,
la atracción del paisaje natal en Gabriel y Galán, siguiendo el costumbrismo
típico de la novela de la época.
“En general, la poesía de la segunda mitad del
siglo, salvo Bécquer y Rosalía, es de una lamentable mediocridad. Ahogada por
una retórica vacua y descolorida, y centrando su eje en la anécdota sentimental
y anodina, es fiel reflejo de una época desprovista de sentido lírico.” (J.
García López)
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (1836-1870)
Bécquer es un poeta posromántico o romántico rezagado. De
carácter tímido, retraído y soñador, el prototipo del poeta enfermizo,
tuberculoso y supersensible, aportó al Romanticismo un acento intimista y
emotivo. Su poesía es esencialmente lírica y la más subjetiva del siglo XIX.
Estiliza los temas románticos depurándolos de toda falsa retórica. Sus poemas
suponen la revalorización, característica del romanticismo, de canciones y
coplas de la poesía popular.
Es la figura cumbre de la lírica del siglo XIX y será punto
de arranque de una lírica subjetivista que lleva más tarde a las grandes
figuras del siglo XX.
Las
Rimas (1871) son lo más conocido de su obra.
Comprenden una colección de 76 poesías de corta extensión, asonantadas en la
mayor parte. Temas: el genio desconocido, el dolor de los celos, el desengaño
amoroso, la soledad, la monotonía de la vida sin amor, la melancolía del vacío
espiritual. Son famosas: Del
salón en el ángulo oscuro; Volverán las oscuras golondrinas; Qué solos se
quedan los muertos; Yo sé un himno gigante y extraño..
Se ha dividido el contenido de las Rimas en cuatro grupos:
o
I a
XI (reflexión sobre la poesía y la creación literaria);
o
XII a
XXIX (del amor y de sus efectos en el alma del poeta);
o
XXX a
LI (la decepción y el desengaño que el amor causa en el alma del poeta);
o
LII a
LXXXVI (el poeta enfrentado a la muerte, decepcionado del amor y del mundo).
Las Rimas de Bécquer supusieron el punto de
partida de la poesía moderna española. Se señalan habitualmente dos influencias
principales en la poesía de Bécquer: la de la poesía popular andaluza, liberada
en él del folklorismo fácil, y la de la poesía romántica alemana.
Sus Leyendas (1871) aportan a la prosa
romántica española lo misterioso, lo fantasmagórico. Escritas en prosa, todo en
ellas es pura poesía. Los argumentos giran en torno a un asunto maravilloso.
Predomina en ellas el espíritu de lo misterioso, lo sobrenatural y mágico con
historias de raíz popular en muchas ocasiones, en las que la búsqueda de lo
inalcanzable suele ser su argumento central.
Las más famosas son Maese Pérez el organista, El miserere, El monte de las ánimas y El
rayo de luna. Los temas son de la
tradición española.
ROSALÍA DE CASTRO (1837-1885)
La obra de Rosalía de Castro está escrita en gallego y
castellano. Revitalizó la lengua gallega. Su poesía lírica es muy cercana a la
de Bécquer y forma con él la pareja de grandes líricos que prolongan y depuran
el romanticismo.
Rosalía representa el “alma” de Galicia, la morriña, muy afín a la saudade portuguesa. Parte de sus poesías
líricas están escritas en gallego. Su poesía se caracteriza por la expresión
sencilla y un fuerte carácter simbólico. Sus poemas, junto con los de Bécquer, suponen
el punto de partida de la lírica moderna. Rompen con las formas métricas de su
tiempo y presentan unas imágenes religiosas inquietantes y muy poco
tradicionales.
Algunos de sus símbolos inspirarán a Antonio Machado. Juan
Ramón Jiménez la sitúa entre los predecesores de la revolución poética iniciada
por Rubén Darío. La crítica actual subraya su feminismo pionero.
A mi madre (1863) es una breve colección de poemas escritos en
castellano y dedicados a la muerte de su madre.
Cantares gallegos (1863) está compuesto por canciones populares de honda
nostalgia. Describe el paisaje y los motivos capitales de la vida rural de su
tierra: las romerías, la melancólica «morriña» del campesino, obligado por la
miseria a emigrar a Castilla… La obra está escrita en gallego y tiene notables
reminiscencias de la antigua lírica galaico-portuguesa, de origen provenzal,
con notables innovaciones métricas.
Es un libro en el que, por primera vez, asoma una Rosalía
de Castro alegre y optimista, decidida a contar al mundo las bellezas de su
patria chica y las costumbres de sus paisanos. Este tono jovial, alegre y desenfadado
no volverá a aparecer en la obra de la escritora gallega.
Follas Novas (1880) es un poemario excepcional y de
intensa emoción escrito en gallego. Ve el mundo como adversidad y la existencia
humana como un valle de lágrimas. Esta obra está considerada por la crítica
como lo mejor de toda la poesía gallega.
Refleja los dos temas fundamentales de su obra: su visión
subjetiva del mundo y su preocupación por los problemas sociales de sus
paisanos. El libro muestra a la Rosalía más honda e intensa, replegada sobre sí
misma y acuciada por el dolor, la desesperanza y la soledad.
En las orillas del Sar (1884) es su tercer gran poemario y su única obra escrita
en castellano. En esta obra el rasgo pesimista se acentúa. Aborda temas tan
característicos de su poesía como la tristeza, la religiosidad y el mundo de
las sombras, siempre ligados a una desesperada búsqueda del amor que sume a la
autora en un constante desasosiego espiritual. Esta colección de poemas está
considerada como una de las mayores aportaciones a la lírica española de todos
los tiempos.
RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)
Campoamor fue uno de los poetas más populares de la segunda
mitad del siglo XIX. Sus versos reflejan el paso desde el Romanticismo hasta el
Realismo. Poeta de máximas filosóficas populares, su novedad consiste en dar
valor a la poesía de lo cotidiano. Para Campoamor su poesía sólo se
diferenciaba de la prosa por el ritmo, ya que el lenguaje que utilizaba era el
mismo que usaba la gente de la calle en su expresión habitual. En sus
composiciones cortas recurre al proverbio popular y recupera la tradición del
epigrama.
«Uno de los más graves errores de Campoamor fue su desdén
por la forma poética. «Sintiéndome antipático el arte por el arte –decía–, ha
sido mi constante empeño el de expresar ésta en el lenguaje común». En el fondo
de todo ello había una sana aversión a la retórica y el deseo de inaugurar una
poesía desprovista de la pompa verbal del estilo romántico; pero Campoamor, con
un desconocimiento absoluto de los valores estéticos del verso, se contentó con
dar a la expresión un tono de llaneza prosaica. Por eso sus composiciones
carecen de color y de música y son, desde el punto de vista formal, un prodigio
de ramplonería.» (J. García López)
Doloras (1846) es un nombre inventado por
Campoamor para designar poemas muy breves que cuentan una anécdota muy simple.
Sentencias en verso en las que se transmite un mensaje moral didáctico, mezcla
de humor y sentimentalismo, cuyos temas narran pequeños dramas cotidianos y
encierran un pensamiento filosófico escéptico. Las doloras más célebres son "El gaitero de
Gijón", "¡Quién supiera escribir!" y "¡Pobre Carolina
mía!".
Colón (1853) es un poema extenso en dieciséis
cantos y octavas reales. El asunto desborda con mucho la narración del viaje
del descubrimiento de América. Campoamor pone el memorable acontecimiento en
relación con un vasto contexto de la historia de España y de la historia
universal y con los designios de las providencia divina.
Pequeños poemas (1872-1894) es una obra formada por 31
composiciones, entre las que figuran algunos poemas de mayor amplitud, que
constituyen la parte más recordada de su obra, como "El tren
expreso". En estas obras alternan la ironía escéptica y un sentimentalismo
trivial.
Humoradas (1886-1888) son composiciones breves de
carácter cómico-sentimental, un libro formado por poemillas muy cortos que
basaban su eficacia en su gracia y ligereza. Las humoradas son pequeños poemas escritos para
álbumes y abanicos de sus amigas. Uno de ellos dice:
En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
GASPAR NÚÑEZ DE ARCE (1834-1903)
Cultivó una poesía filosófica muy ampulosa en la que
palpita el escepticismo y las inquietudes cívicas del hombre decimonónico. Su estilo
retórico, pronto tachado de rancio y caduco, gozó de un enorme prestigio
literario entre sus contemporáneos, que lo convirtieron en uno de los poetas
más conocidos y laureados de su época.
Una de las intuiciones encomiables en su obra fue la de
haber dejado patente el desgaste de la estética romántica y la de haber
introducido los primeros atisbos del parnasianismo en la lírica hispana
(movimiento artístico que siguió al romanticismo dentro de la poesía francesa).
Intentó asimilar las corrientes innovadoras parnasianas, aunque tal vez le
sorprendieron ya demasiado maduro y asentado en su propio estilo.
Característica
de su poesía es el predominio de lo sentimental sobre lo racional, de las
sensaciones sobre los conceptos: “los poetas... no deben escribir para ser
explicados, sino para ser sentidos.”
Gritos del Combate (1875) es una obra en la que combina el
verso lírico y la prosa poética para reflejar, con patetismo, los principales
acontecimientos sociales y políticos tras el período posrevolucionario. Es tal
vez su libro poético más famoso y contiene las composiciones «A Darwin», «A
Voltaire», «La duda», «Tristeza» y «El miserere», de las más famosas del autor.
La última lamentación de Lord Byron (1879) es una colección de poemas que
intentan dilucidar una serie de cuestiones filosófico-morales, reproduciendo el
estilo y las tribulaciones internas del poeta inglés. Es una desengañada
meditación del poeta inglés.
x q no ponen poemas para asi =entender lo que nos explican en los poemas
ResponderEliminarEs típico del intelectual español. en vez de escribir para el que no sabe, escribe para sus iguales, (que por supuesto, no le leen porque eso lo conocen)
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