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TEXTOS COMENTARIO 2013/14

TEXTO 1
Nos puede parecer extraño, pero la cifra de personas que tratan de entrar en España por nuestra frontera sur no ha disminuido. Por grave que sea la crisis en la que estamos inmersos, hay zonas de este mundo en que la miseria sigue anidando como mal endémico, y muchos de los que allí viven siguen tratando de entrar en Europa huyendo de ella. Cada cierto tiempo nos sacuden como un latigazo las imágenes del "un nuevo salto" en la valla de Melilla o la de una patera que llega nuevamente a nuestras costas. La respuesta política, sin embargo, es la de hacer vallas más altas y muros más densos, aún sabiendo que eso no va a parar el flujo de personas que tratan de entrar en Europa. Mientras tanto se sigue sin abordar la erradicación global de la pobreza, y en España los presupuestos de ayuda al desarrollo se desmoronan, cuando no se eliminan directamente.
Miles de personas siguen cruzando África de sur a norte para tratar de entrar por tierra o por mar en Europa, y muchos lo hacen a través de Melilla. En el cercano monte Gurugú -cuyo nombre nos suena a historias ya viejas de guerras en el norte de África- los subsaharianos tratan de montar sus campamentos, a la espera de encontrar la oportunidad para saltar la valla. Allí viven en unas condiciones miserables en la pesadilla de la presión constante, continuada, pero les sostiene la voluntad de llegar a Europa y de labrarse un nuevo destino.
La presión migratoria en la frontera africana no se ha reducido desde la crisis. Autoorganizados en el Gurugú, cuando consideran que ha llegado el momento, dejan su refugio en el monte y se acercan hacia la valla. Al amparo de la noche y por sorpresa, hacen un asalto masivo a la valla, y algunos la consiguen superar y entran en España. A partir de ahí comienza un nuevo calvario, que suele acabar en la decepción y el hastío, y en muchos casos la vuelta a casa con las manos vacías.
En el camino quedan vidas, heridas, sufrimiento y dolor. Mientras tanto Europa mira para otro lado. En vez de velar porque de verdad se respeten los derechos humanos de las personas que tratan de entrar, parece que las instituciones europeas se limitan a jugar un papel de invitados de piedra. La solución no es fácil, pero tiene más que ver con el impulso a políticas reales de lucha contra la pobreza y desarrollo en los países de origen de los migrantes, que con mayores presupuestos en seguridad. En esto, como en otras cosas, estamos yendo en la dirección contraria. Pero el refranero lo explica muy bien: no se pueden poner vallas al campo.

 Juan López de UraldeSaltar la valla


TEXTO 2
Ya sé que a muchos les molestará este artículo. Cada vez cunde más la idea de que la cultura debe ser gratuita y que, por lo tanto, uno debería poder descargarse en su ordenador y disfrutar cuanto quiera de músicas, pelis o fotos (y esperemos a ver qué ocurre con los libros electrónicos). Estoy de acuerdo. Pero voy mucho más allá: reivindico, antes de nada, que sean gratuitos los alimentos, la vivienda, la ropa y los transportes, por ejemplo. O ya, puestos a pedir, todo. Todos los productos que se fabrican en el mundo a disposición gratis de toda la humanidad. Sería perfecto.
Pero la realidad no es así. Unos producen las cosas que los demás necesitan o desean, y quienes las consumen pagan por ellas. A nadie se le ocurre que un cocinero deba ofrecer gratis sus platos, o que un zapatero regale sus zapatos. Si alguien coge productos de un supermercado sin pagarlos o se niega a abonar las facturas de su casa, sabemos que está obrando mal y que será castigado en la medida que sea, porque ha incumplido las normas consensuadas por la sociedad.
Los “productos” culturales son, en términos económicos, iguales a cualquier otro. Y los creadores, por mucho que amemos nuestro arte, tenemos como los demás la mala costumbre de comer, vivir bajo techo y vestirnos. Y todo eso lo hacemos con el dinero que recibimos a cambio de que otros disfruten de nuestras obras. O sea, con los derechos de autor. No, la cultura no puede ser gratis (¿o la estatalizamos?). Y las descargas ilegales hay que perseguirlas. No sé cómo, pero debemos hacerlo si no queremos que desaparezcan todas esas músicas, pelis o libros que tanto ansiamos.

Ángeles Caso: ¿Cultura gratis?


TEXTO 3
Asociaciones de pacientes y de médicos coinciden en que la reducción de los presupuestos sanitarios y los recortes que se han visto obligados a aplicar los hospitales están provocando restricciones en la administración de determinadas medicinas de elevado coste, como algunos fármacos oncológicos paliativos, el nuevo tratamiento contra la hepatitis C o los nuevos anticoagulantes orales. Las asociaciones de pacientes denuncian también retrasos en la incorporación de novedades terapéuticas costosas. Ciertamente, en el contexto de crisis económica que vivimos, la incorporación de nuevos medicamentos supone un gran reto para el sistema sanitario público; pero la gestión de esta dificultad no debería dar lugar en ningún caso a restricciones arbitrarias, por motivos económicos, de medicamentos que han demostrado eficacia, ni provocar situaciones de agravio comparativo insoportables.
El de la hepatitis C es un ejemplo paradigmático. La infección por este virus causa daños en el hígado que pueden dar lugar a cirrosis y cáncer. El nuevo tratamiento para esta infección dura entre seis meses y un año y cuesta 30.000 euros, pero eleva la tasa de curaciones del 45% al 75% de los pacientes tratados. En España se estima que hay 900.000 infectados por el virus y que son susceptibles de ser tratados. Cuanto más temprano sea el tratamiento, mejor. Los especialistas recomiendan tratar a partir del grado 2 de fibrosis, pero la mayoría de hospitales no lo autorizan hasta fases avanzadas de daño hepático. El resultado es una intolerable desigualdad entre pacientes de comunidades autónomas vecinas e incluso entre pacientes de dos hospitales de una misma ciudad. Estas desigualdades son injustas y afectan a uno de los núcleos centrales del sistema sanitario público: la equidad.
Se echa de menos una mayor agilidad en la aprobación de las novedades terapéuticas. Las autoridades sanitarias deberían hacer un riguroso examen de los nuevos fármacos y aprobar solo aquellos que aporten ventajas sustanciales; pero una vez aprobados, cualquier demora en su administración es una irresponsabilidad. También deberían articular un procedimiento ágil de decisión que permita aplicar criterios razonables y compartidos de dispensación de los tratamientos y se eviten desigualdades territoriales. La grandeza de un sistema sanitario público y universal es que no establece barreras de acceso y trata a todos los ciudadanos por igual.

Editorial El País: Intolerable desigualdad


TEXTO 4
Después del rotundo éxito del carné por puntos en bajar el número de accidentes y muertos en las carreteras, la Dirección General de Tráfico acaba de dar dos pasos en sentidos divergentes. Nada que oponer al endurecimiento de las sanciones a quienes conduzcan bajo los efectos de drogas o alcohol; ni tampoco a la pretensión de sancionar a los peatones infractores. La cuestión de subir (en el nuevo Reglamento General de Circulación) la velocidad máxima hasta los 130 kilómetros por hora en las vías adecuadas y en las condiciones idóneas merece otro tipo de consideraciones.
La primera y obvia es que una elevación de solo 10 kilómetros por hora no justifica las alharacas ni la presunción de que cambia o mejora la política de tráfico ni justifica la acusación de permisividad. No satisfará probablemente a los partidarios de aumentar la velocidad máxima ni contentará a quienes identifican seguridad con velocidades bajas.
Porque la política contra la siniestralidad vial que con tanto éxito aplicó la Administración anterior se basa en cargar la culpa de los accidentes y de las muertes a los conductores por el método de imponer drásticamente el límite de velocidad. Pero esta política tiene sus limitaciones. No es posible reducir más los accidentes bajando continuamente el límite de velocidad, porque el coche se convertiría en un artefacto desechable. Lo oportuno ahora es ampliar las políticas de circulación. Para ello hay que suponer que la seguridad vial no es función simple de la velocidad, sino de una más compleja en la que intervienen también la calidad del vehículo, el estado de carreteras y autopistas (deficiente en muchos tramos de la red española) y la habilidad del conductor.
Desactivadas (en general) las ansias de velocidad de los automovilistas, ha llegado la hora de exigir al Estado central y a las comunidades autónomas vías con firmes aceptables; reclamar una vigilancia estricta del parque automovilístico (que no ha sido capaz de desarrollar el sistema actual u oligopolio de ITV) y exigir a las academias de conducir que adiestren a sus alumnos en situaciones de riesgo. Conducir no consiste solamente en aparcar y maniobrar en las rotondas.
Soledad Calés: Algo más que velocidad

TEXTO 5
"Cada tarde tenemos que hacer dos horas de deberes, además de estudiar y repasar”. Esta es una de las frases más típicas en una entrevista de padres con hijos a la etapa de educación primaria y secundaria.
A veces nos tendríamos que plantear si, en una sociedad alfabetizada, todos sabemos sumar, restar, multiplicar, dividir, leer y escribir… además de hacer raíces cuadradas que nunca utilizamos en la edad adulta, además de aprender el nombre de países en los que nunca estaremos ya que no tendremos tiempo de viajar o de saber cómo se pronuncia una palabra en cuatro dialectos diferentes de la lengua catalana… porque no todos sabemos respetar al otro, amar, dar sin esperar nada a cambio, compartir, superar los obstáculos con resiliencia. Estos tendrían que ser los deberes que llegasen diariamente a casa y que tendrían que ser trabajados por los padres. Estos aprendizajes de vida son más necesarios que hacer deberes diarios y nos servirían para construir una sociedad más feliz y donde nos valoráramos por lo que somos y en la que seríamos capaces de pensar en el otro más que en nosotros mismos.
Los deberes a nivel académico es evidente que no pueden desaparecer, pero el planteamiento tendría que ser muy diferente, ya que tal como afirman los propios alumnos cuando llegan a la adolescencia, los hacen rápido, mal y no les sirven ni para aprender ni para reforzar los contenidos, uno de los objetivos principales de esta tarea.
Los niños y adolescentes tienen que jugar, hacer deporte, relacionarse, divertirse y hacer actividades extraescolares, si se puede, escogidas por ellos mismos, que les realicen y les hagan desarrollarse en ámbitos que potencien áreas de su personalidad, como su creatividad, su autonomía y su seguridad personal, ya que serán estas áreas las que les ayudarán en su trayectoria adulta a destacar, a ser responsables y a responder de una manera alternativa a los problemas que les presenta la vida, junto con su trayectoria académica, la cual es importante, pero que es obvio que puede forjarse con las 30 horas semanales realizadas en la escuela más la hora de deberes diaria.
Es sabido que quien triunfa en la vida no es quien ha sacado resultados académicos más brillantes, sino quien se ha desarrollado emocionalmente de manera inteligente, ha creído que podía llegar lejos y ha luchado por conseguirlo; bajo mi punto de vista, deberes sí, pero con mesura y con acompañamiento tanto de la familia como de la escuela, y teniendo en cuenta el desarrollo de todas las áreas de la inteligencia.
 Lidia López: Deberes sí, pero con mesura

TEXTO 6
Para una parte importante de la población internet se ha convertido en algo imprescindible. Somos relativamente numerosos quienes lo utilizamos para consultar nuestro correo electrónico, leer el periódico, planificar nuestras vacaciones o conectarnos a una red social. El uso de internet, sobre todo a través de los dispositivos móviles, es mucho más intensivo entre los jóvenes y adolescentes, para quienes es un elemento fundamental de su vida cotidiana, ya que lo utilizan para todo tipo de actividades: jugar, escuchar música, hacer sus tareas escolares y, sobre todo, comunicarse.
No podemos obviar que el uso de internet está cambiando nuestra privacidad. Tradicionalmente se ha definido como privacidad el ámbito de la vida personal de un individuo que se desarrolla en un espacio reservado –generalmente el doméstico– y cuyo contenido habitualmente se ha mantenido de forma confidencial. Como bien sintetiza el viejo dicho, la ropa sucia se lava en casa.
Durante el siglo XX, con la incorporación de los medios de comunicación la privacidad se vio transformada. Por una parte, la radio y la televisión contribuyeron a informarnos de lo que ocurría en el exterior. Por otra parte, el uso de estos medios contribuyó a uniformizar los hábitos domésticos. De esta manera, los hábitos y las celebraciones familiares se uniformizaron como consecuencia del protagonismo de la televisión. En ocasiones especiales, es frecuente que, en lugar de charlar, acabemos viendo el anuncio más caro del año y los correspondientes programas de humor.
En el siglo XXI, con la difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación, los hogares, además de receptores, se han convertido en emisores. Así, a través de internet o de las redes sociales tenemos la posibilidad de transmitir información al exterior.
Algunos de nosotros, fundamentalmente los más jóvenes, muestran una tendencia manifiesta a comunicar sus inquietudes, estados de ánimo y actividades de tiempo libre –ilustrándolas con abundantes fotografías– a sus amigos en las redes sociales (entorno a los 200).
En España no es nueva la afición al cotilleo y no es casual que una de las cosas que hemos exportado al Reino Unido sea una revista rosa. Además, hace ya más de una década que los programas de televisión orientados a desnudar los cuerpos y, sobre todo, las almas de sus protagonistas gozan de una posición privilegiada en los índices de audiencias. También son numerosos los famosos –cantantes, actores, futbolistas u otros de dudosos méritos– que practican la extimidad: un concepto creado por el psicoanalista Lacan que ahora se reinterpreta como lo contrario de la intimidad. Es decir, que lo que antes quedaba reducido a un círculo de amigos es ahora público a través de las redes sociales.
Todo ello ha contribuido a crear un impulso exhibicionista en un sector del público para el que “saber mostrarse” en internet es un valor indiscutible, tal como argumenta Paula Sibilia (La intimidad como espectáculo, FCE).
Esta tendencia se da de forma más acusada entre los menores y jóvenes que, generalmente, no son conscientes de las consecuencias negativas que para ellos puede tener mostrar su intimidad. Para la mayoría, captar una foto y enviarla es cuestión de segundos es un impulso inconsciente y la foto enviada es ya irrecuperable. No perciben que los “amigos de amigos” que incluyen entre los numerosos contactos de su perfil no son necesariamente sus amigos. Además, las relaciones humanas son cambiantes. De ahí los casos de novios despechados que difunden fotos íntimas de su expareja.
Padres y madres les hemos enseñado que no deben hablar con desconocidos en la calle. Sin embargo, cuelgan sus comentarios y fotos íntimas en un muro al que acceden cientos de personas sin reparar en sus consecuencias.
Para los adultos tampoco es fácil proteger nuestra privacidad en internet. No es casual que al leer la prensa on line nos aparezca publicidad relativa a determinado destino vacacional por el que nos hemos interesado on line recientemente. No somos conscientes de la información que generamos al hacer una búsqueda en Google. Al realizar una búsqueda o clicar “me gusta” en Facebook generamos una valiosa información para los proveedores o las grandes corporaciones que tratan de vendernos sus servicios. Esta información ha dado origen a la ciencia social computacional que se dedica a extraer información personal de las redes sociales con el fin de orientar el marketing dirigido.
El paso fundamental para una mejor gestión de nuestra privacidad es que seamos conscientes de su valor y actuemos en consecuencia concienciando a nuestros hijos y cuidando nuestros hábitos digitales.
Maialen Garmendia: Internet impulsa el exhibicionismo


TEXTO 7
Sobre el mapa de España yacieron el año pasado los cadáveres de 55 mujeres asesinadas por los hombres que un día les prometieron el paraíso (y uno más ya en el año nuevo). Podría poblarse una ciudad de tamaño medio con el casi medio millón que cada día son torturadas por el terrorismo machista. Y, sin embargo, oigo incesantemente críticas contra la Ley Integral de Violencia de Género.
Oigo asegurar una y otra vez que la ley ha hecho que proliferen las denuncias falsas por parte de mujeres que tratan de lograr beneficios en sus procesos de divorcio. Y eso a pesar de que todos sabemos que los jueces no aceptan a trámite ninguna denuncia si no hay indicios firmes de que está justificada. A pesar de que el Observatorio para la Violencia de Género del Consejo Superior del Poder Judicial no se cansa de proclamar que en este asunto no se produce más falsedad que en los demás delitos. Y a pesar de que somos conscientes de que la aplicación de cualquier ley puede provocar víctimas.
El hecho de que personas inocentes hayan cumplido condenas por error o soportado años de prisión preventiva no invalida a los ojos de la sociedad ninguna norma. No oigo a nadie discutiendo habitualmente sobre el Código Penal o sobre la Ley Antiterrorista. En cambio, las proclamas contra la legislación que protege a las mujeres maltratadas son incesantes. No puedo evitar preguntarme a qué responde de verdad ese debate. Y afirmar en voz muy alta que, aunque creo que todo marco jurídico es susceptible de mejoras, nadie debería discutir ese en concreto mientras haya tanto sufrimiento y miedo esparcido por cada rincón de nuestro país.

Ángeles Caso: 55 cadáveres


TEXTO 8
El 75% de la población de nuestro país muere a causa de una o varias enfermedades crónicas progresivas, y alrededor de 100.000 personas las padecen de manera simultánea. Sus causas más frecuentes son la combinación de condiciones como la fragilidad avanzada y varias enfermedades crónicas, el cáncer, las neurológicas progresivas (fundamentalmente, demencias), y las llamadas insuficiencias orgánicas (cardiaca, respiratoria, renal...). Cursan con deterioro progresivo, síntomas múltiples, frecuentes crisis de necesidades de todo tipo (físicas, emocionales, sociales…), y algunas de las que definimos como esenciales (espiritualidad, dignidad, autonomía, afecto, esperanza…) y que generan impacto emocional y sufrimiento, y una alta necesidad y demanda de atención, con uso frecuente de recursos sanitarios. 

El final de la vida es una experiencia personal siempre difícil, y requiere una atención orientada a favorecer la adaptación emocional al proceso de pérdidas, apoyar a la familia, y crear unas condiciones de soporte y organización que respondan a las necesidades y demandas de pacientes y familias. Entre los instrumentos de la atención paliativa, el control efectivo de síntomas como el dolor es un paradigma de la buena atención, y disponemos de metodología muy eficaz para controlarlo en la mayoría de casos. El apoyo a la familia incluye la promoción de la capacidad cuidadora, la adaptación a la pérdida y la prevención del duelo complicado. También hemos ido avanzando en la resolución de la mayoría de dilemas éticos del final de la vida, aplicando principios de buena praxis y sentido común. En nuestro país hay experiencias sólidas consolidadas de excelencia de la atención paliativa, de las que Catalunya es un referente mundial.

Los principios de una atención paliativa forman –y deben formar– parte de la esencia de la medicina, asociando una competencia profesional sólida a valores como los de la compasión y el compromiso con los pacientes y sus familias, la comunicación efectiva, la capacidad de trabajar en equipos multidisciplinares, y una organización orientada a los objetivos de los pacientes y familias. Con una buena combinación de todos ellos, se puede alcanzar una atención de excelencia y de ética de máximos, que alivie el sufrimiento, que permita que el siempre complejo proceso de morir se viva dignamente, de acuerdo con los valores y preferencias de cada uno. La práctica de la atención paliativa da sentido profundo a la medicina, combinando los avances en tecnología con los mejores valores de nuestra tradición humanista.

Atención paliativa. Xavier Gómez. La Vanguardia, 27-X-13

 

TEXTO 9
La progresiva pérdida de credibilidad política que afecta con carácter general a la mayoría de los regímenes liberal-democráticos y, de manera específica y severa a España y Catalunya, es una manifestación de la degradación de la mayoría de los países que podríamos llamar democráticos con todos los reparos y salvaguardias posibles. Son países con sistemas constitucionales refrendados por sus pueblos, que aseguran la división de poderes, derechos y libertades básicas, elecciones periódicas, transparentes, con voto universal y secreto y un sistema plural de partidos políticos.
La degradación democrática, que está poniendo en peligro la misma, es consecuencia de diferentes factores: el secuestro de la política por parte de las grandes corporaciones económicas y financieras; por el papel de los medios de comunicación que están pasando de su función de controladores a actores; por la misma globalización económica y política internacional que rompe los ámbitos tradicionales donde la democracia se había desplegado; y, sin duda, también por la pérdida de credibilidad de los políticos.
¿Cuándo se produce la pérdida de credibilidad? Citaré cinco motivos. En primer lugar, cuando las promesas electorales se incumplen sistemáticamente. También cuando se instala una corrupción generalizada. Una democracia pierde su credibilidad cuando caen los mecanismos para evitarla. Cuando la mentira y la demagogia forman parte del relato de los políticos. Mentir de manera sistemática, desvergonzada, en contra de toda lógica, afecta al núcleo del propio ethos de la democracia. La confianza también se pierde en el momento que la impunidad afecta de manera especial a políticos y élites económicas. Impunidad y corrupción sólo es posible cuando el poder judicial es un aliado más en la degradación democrática. Y finalmente, cuando la formación y selección de las élites políticas es muy deficiente y las motivaciones ya no son morales. La inutilidad y la estupidez de determinadas élites políticas es otra manera de corrupción.
¿Qué se puede hacer, entonces? Se pueden plantear tres fórmulas: alentar reformas posibles para una mayor independencia, equilibrio y vigilancia entre los tres poderes; favorecer una regeneración democrática asentada en una cultura política de diálogo, cooperación y de gestión de los recursos escasos de nuestra sociedad, y entender la acción política como algo más que la lucha por el poder, ya que en primer lugar, es un servicio para la comunidad.


Degradación democrática. Josep María Carbonell. La Vanguardia, 15/XII/2013


TEXTO 10
Nos guste o no, la crisis económica y el desempleo continuado de uno o ambos cónyuges está produciendo la ruina económica de muchas familias. Esto ha hecho que aumente la proporción de matrimonios que se disuelven.
Si los recursos económicos han disminuido, ¿por qué no se llega a una separación consensuada? ¿Por qué aumenta el número de divorcios si el dinero escasea? La explicación está en la mala regulación de las emociones que se generan. Veamos qué ocurre: para la persona que no tiene trabajo y que no dispone de una renta, desanimarse es muy fácil: la autoestima disminuye y la apatía va creciendo.
En este contexto, el diálogo se torna conflictivo, el menosprecio y la crítica hacen acto de presencia destruyendo la relación de pareja. Cuando esta inundación emocional se ha iniciado sólo se piensa en términos de ataque y defensa. Se responde con maldad porque la capacidad de pensar de manera racional está desconectada y cualquier solución consensuada es imposible.
A grandes rasgos, la reacción familiar ante la situación de crisis puede adoptar tres formas diferentes.
1) Aparición de patología mental como la depresión y la ansiedad: la persona afectada se limita a derrumbarse, a vegetar. El cerebro racional queda asfixiado por la adrenalina y no es capaz de planificar una respuesta coherente. No piensa. En este caso la familia normalmente se rompe y la separación se hace inevitable.
2) Resignación y cerrar los ojos al problema subyacente: en este caso la asfixia es emocional porque el cerebro racional suprime las emociones negativas. Se puede continuar con una vida familiar sin divorcio pero vacía y sin apenas significado.
3) Resiliencia: la familia percibe la situación desesperada de falta de ingresos como un desafío que hay que superar. Son familias con capacidad de resistir y rehacerse, que ven la adversidad como un desafío. Se unen aún más y se ayudan. Están abiertas a los cambios de la vida y, lo más importante, afrontan el problema buscando soluciones.
El sufrimiento y el miedo ante la crisis no aportan nada, son desmotivadores y obstaculizan el proceso de encontrar la solución, llegando incluso a imposibilitarla. El amor se desvanece y el divorcio es inevitable. El coraje clarifica las cosas y moviliza a la acción. Aparece un sentimiento de esperanza y la familia está motivada para iniciar, unida, un proceso de cambio.


Coraje ante la separación. Marianna Lozano. La Vanguardia, 22/XII/2013


TEXTO 11
“Es muy hogareño, doctor”, explican complacidos los padres. “Los fines de semana no se va de copas con los amigos, ni a hacer el gamberro por ahí, él prefiere quedarse en casa”, añaden orgullosos. “¿Y qué hace en casa?”, pregunto extrañado. Y la respuesta siempre es la misma: “Está a gusto en su habitación, con su televisor, su ordenador, sus videojuegos…”. ¡Ah, mira que bien! Acuñé el término botellón electrónico en el 2001, en plena epidemia de chavales pegados a las redes y a las maquinitas. Lo comparé con el botellón alcohólico, porque por aquellos años también estaba en auge la ingesta grupal y masiva de productos alcohólicos (y de otras sustancias) para solaz del colectivo juvenil en los fines de semana.
Mi preocupación por el desmesurado apego a las pantallas de los niños hogareños, no consumidores del clásico botellón, surgió al observar que presentaban unas conductas que no eran muy distintas a las manifestadas por los que le daban preferentemente a la botella. Los enganchados a las pantallas exhibían síntomas de embriaguez (embotamiento mental, amnesias, desorientación, etcétera), similares a los que tenían sus congéneres por los excesos de calimocho y demás licores de garrafa. El paradigma del consumidor compulsivo de botellón electrónico es la hiperactividad cognitiva. Término bien acuñado por mi amigo y eficaz pedagogo José Antonio Marina, para definir al usuario que vive colgado en las pantallas (ocho horas de media al día) y que, como resultado del brutal bombardeo audiovisual a que somete su mente, es incapaz, entre otras cosas, de leer un párrafo de unas pocas líneas sin distraerse… ¿Tendrá un TDAH: trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad?
El gran peligro del botellón electrónico es que empieza sigilosamente. Él o ella va haciendo acopio en su habitación de diversos aparatos: televisión, ordenador, tabletas, videojuegos, móviles, etcétera, para su uso estrictamente personal. Cada vez comparte menos tiempo con sus familiares y amigos de carne y hueso: prefiere el mundo virtual de las pantallas, que le es más gratificante. La prevención de estas situaciones empieza por fomentar la comunicación en la familia y controlar que no haya pantallas fijas en la habitación del crío: ningún televisor para uso personal, las maquinitas con tiempo de manejo dosificado y el ordenador en un rincón de la sala de estar, bien a la vista de todos.

El botellón electrónico. Paulino Castells. La Vanguardia, 29/XII/2013













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